AUDIENCIA 83 / LAS COMISIONES INTERNAS COMO OBJETIVO

02-06-15| Dos exempleados bancarios, Carlos Daniel Ubertone y José Lozano, miembros de sendas comisiones internas, dieron cuenta de la persecución sindical, antes y después del golpe de estado. Completó la jornada el testimonio de Néstor Ortiz, detenido en abril de 1975.

Carlos Daniel Ubertone, por teleconferencia

Carlos Daniel Ubertone, por teleconferencia

En la línea del proceso de cambios impulsado en los ‘70, algunos sectores laborales idearon formas democráticas de representación sindical que excedía el mero rol de delegado; para tal fin se armaron las “comisiones internas”. Éstas recogían las inquietudes y debatían las necesidades de cada unidad laboral: bancos, fábricas y otras entidades. La práctica facilitaba la participación directa de las y los trabajadores y quedó en la mira de la represión. Al igual que en otros puntos del país, en Mendoza se sintió la embestida y fueron asoladas tempranamente.
Por teleconferencia, desde Madrid, declaró Carlos Daniel Ubertone, militante estudiantil y sindical, vinculado a la Juventud Peronista (JP). El testigo participó de la Comisión Interna del Banco Mendoza.
Ubertone fue detenido en el amanecer del 31 de julio de 1976, en una parada de micro, en Godoy Cruz. Encapuchado, fue trasladado al D2, sometido a golpes, torturas con picana y otros procedimientos de rutina, hasta el 14 de octubre, fecha en que pasó “en depósito” a la Unidad Regional 1 de la Policía de Mendoza. Durante su permanencia en el D2 advirtió la presencia de otros bancarios como Alberto Córdoba, David Blanco y Eduardo Morales, además de diferentes detenidos y detenidas de otros lugares. Recordó la brutalidad en el trato del imputado presente en la sala, Marcelo Moroy (al que nombró como Monroy) y de Mechón Blanco. Los interrogatorios estaban dirigidos a la actividad sindical, eventuales contactos y buscaban revelar dónde se encontraba Osvaldo Sabino Rosales, empleado del Banco Mendoza y estudiante de la UTN que se encontraba prófugo (meses después, en enero de 1977 Rosales fue acribillado a balazos cuando intentó huir de una encerrona cerca de la vivienda donde se alojaba). El testigo completó su relato sobre el D2 exaltando el aliento recibido de las mujeres y compañeros cuando lo ganaba el desánimo.
Al ser trasladado a la Unidad Regional de calle Mitre, después de dos meses y medio desaparecido, pudo recibir la visita de su madre. De allí pasó a la comisaría 9na de Villa Nueva hasta llegar a la Penitenciaría Provincial en enero del ‘77. Al igual que otros bancarios, miembros de las “comisiones internas”, estuvo preso durante toda la Dictadura. Hizo un variado circuito que incluyó las penitenciarías de Mendoza, Sierra Chica, la U9 de La Plata, luego la cárcel de Caseros y finalmente, terminó en el penal de Rawson, provincia de Chubut, de donde salió en libertad en diciembre de 1983.
Daniel Ubertone fue imputado como miembro de una “célula terrorista” y sometido a Consejo de Guerra. También recayó sobre él una causa federal por infracción a la Ley 20.840 de la que fue sobreseído y finalmente, quedó a disposición del PEN. De su paso por la Justicia Federal recordó que el fallecido Gabriel Guzzo fue el juez en su causa y el imputado Petra ofició de abogado defensor; ante ellos comentó la torturas de las que fue objeto. Al respecto, el querellante Sergio Salinas preguntó si los magistrados le informaron sobre la posibilidad de denunciar los tormentos, a lo que respondió: “No”. Agregó que durante su cautiverio fue humillado, cosificado y ofreció un escrito que contiene una “reflexión filosófica y humana” sobre lo sucedido.
Sobre el final, indagado acerca de si supo de abusos contra las mujeres, se refirió al odio machista de los represores y describió con justeza el horror y la sistematicidad de los ataques sexuales: “era el macho poderoso que podía hacer con ellas lo que quisiera”, concluyó. El público de la sala coronó sus expresiones con un aplauso.

Sin rencor, invoca Justicia

José Eriberto Lozano

José Eriberto Lozano

José Eriberto Lozano trabajaba como empleado en el Banco de Previsión Social y pertenecía a la comisión interna. Se desempeñaba, además, como secretario de Acción Social en la Asociación Bancaria que en 1975 llevaba adelante un plan de lucha por mejoras salariales y estaba fuertemente movilizada. Esta situación bastó para que a principios de octubre de ese año el brigadier Julio César Santuccione, entonces jefe de la Policía de Mendoza, lo hiciera ir a su oficina, junto a otros sindicalistas, y les advirtiera sobre organismos parapoliciales y paramilitares que “los liquidarían en cualquier momento”, de continuar con las movilizaciones. En este contexto, el testigo rememoró al compañero de la Bancaria, Pablo Marín, quien semanas atrás había sido secuestrado en su presencia y luego, desaparecido.
Lozano manifestó que el 8 de diciembre de 1975, volviendo en su auto de San Rafael, junto a su esposa, la abogada Laura Botella y su sobrino, Osvaldo Jara, se detuvo en una estación de servicio a la salida de la ciudad para cargar nafta y hacer compras, al regresar ni sus familiares ni su coche estaban allí. Comenzó entonces una búsqueda desesperada en las comisarías del departamento sanrafaelino, teniendo como referencia los dichos de los empleados de la estación que habían visto un operativo policial. Finalmente, en una de las tantas dependencias a las que acudió, un comisario, con el teléfono en un oído y mirándolo a los ojos, le informó que él mismo quedaba detenido. Aquellas palabras amenazantes de Santuccione días atrás, cobraban a partir de ese momento, una pavorosa textura material para Lozano, su compañera Laura y su sobrino Osvaldo.
El testigo fue llevado a un móvil por un agente al que reconoció como Lito Ortigoza, amigo de la infancia, quien sin darle respuesta alguna a sus requerimientos, lo subió al patrullero donde también estaba su sobrino. El destino de ambos fue el D2. También lo fue el de Laura, aunque ella estuvo 2 ó 3 días detenida en San Rafael, afrontando, en un juzgado, una acusación por hacer propaganda política, y aunque fue absuelta por falta de méritos, sin embargo ella también fue llevada al mismo centro clandestino de detención. Su presencia en el D2 fue advertida por Lozano a pesar de estar todo el tiempo atado y con los ojos vendados.
El testigo relató con dolor y entereza varios de los mecanismos represivos y brutales que se aplicaban en ese mal llamado Palacio Policial y habló acerca de los diferentes métodos de tortura que se aplicaban para lesionar la humanidad de los hombres y mujeres allí detenidos. Enfatizó luego: “La picana no tenía como propósito escuchar mis respuestas”. Mencionó además que tuvo que ser reanimado con masajes cardíacos por un médico, quien advirtió a los torturadores que, de seguir con la sesión, Lozano moriría.
Luego de aproximadamente una semana en el D2, prácticamente sin comer, el circuito de detención ilegal de Lozano, Laura y su sobrino Osvaldo, continuó en la Compañía 8va.de Comunicaciones, donde los interrogatorios y torturas también estaban a la orden del día, pero, según el testigo, con alguna disminución de intensidad. En ese lugar recordó a un grupo que identificó con del gremio de SOEVA, donde conoció a una mujer de apellido Salinas y un hombre de apellido Montaña, a los que no volvió a ver nunca más.
Un momento decisivo de la jornada fue cuando Lozano se refirió a su tercer lugar de detención: la Penitenciaria Provincial, lugar al que también fue a parar su compañera. Una vez llegado allí, le permitieron desvendarse los ojos y comenzó a vivir el régimen asignado para los presos políticos, en el pabellón 11, hasta septiembre de 1976, cuando fue traslado a la Unidad 9 de La Plata. En este penal tuvo el triste privilegio de ser visitado por el cura prófugo, Franco Reverberi, a quien reprochó los asesinatos sufridos en ese penal bonaerense.
En cuanto a la Penitenciaría Provincial recordó la actuación cómplice y funcional a la dictadura militar del penitenciario Oscar Bianchi: “Estaba muy ligado a la represión- afirmó-, no como un modo de custodia sino como un modo de agredir y tener un propósito manifiesto contra los presos políticos. No era un penitenciario más, hacía alharaca de su capacitación”. A propósito del señalamiento, el defensor de Bianchi, Ariel Civit, lanzó confusas preguntas, pero el testigo insistió en describir al maltratador como alto, corpulento y de tez blanca, tal como se lo ve en la sala de audiencias, entre los imputados de este juicio.
En diciembre del ’76 Laura Botella recuperó su libertad en el Penal de Boulogne Sur Mer. Sin embargo, el periplo de Lozano continuaría con el tristemente célebre traslado a la Unidad 9 de La Plata marcado en la memoria de todos los que lo padecieron por la extrema violencia que se ejerció en el avión Hércules. Finalmente, en junio de 1979 Lozano recuperó la libertad en la ciudad de La Plata. Atrás quedó el recuerdo de su compañero Ochoa agonizando y con “sus días contados”, producto de una infección terminal y de los golpes recibidos por los penitenciarios como Bianchi, cuyo aporte imaginativo para ejercer la represión sorprendía a propios y extraños. Quedó también el recuerdo de la preocupación y angustia del compañero Santiago Illa despidiéndose tras las rejas al ser “liberado” para luego ser recapturado y desaparecido. Quedó en su memoria Laura gritándole: “¡Cura cagón!” a ese hombre de fe que la recibió en la Penitenciaria luego de la tortura y que toleraba la instalación de tormentos por todas partes alejándose definitivamente de los principios religiosos. Y quedaron flotando aún las palabras de Otilio Romano a la familia de Lozano, anunciando que las apelaciones a los sobreseimientos se hacían por obligación.
Su extenso testimonio, cargado de emoción, cerró con una exhortación a la Justicia.

Heridas en la memoria

Néstor Antonio Ortiz (Gentileza de Guadalupe Pregal Salles)

Néstor Antonio Ortiz (Gentileza de Guadalupe Pregal Salles)

Néstor Antonio Ortiz recordó que el 30 de abril de 1975, a sus 20 años, viajaba herido de bala en la pierna en un colectivo, el cual fue interceptado por la policía que hizo bajar a las mujeres y les pidió los documentos a los varones que quedaron arriba. Cuando Néstor les pasó su identificación, uno de los policías le dijo a otro “acá hay uno”; acto seguido le dio un culatazo con el arma en la cabeza. Lo bajaron del micro, lo encapucharon, lo enrollaron en una especie de frazada o alfombra y lo llevaron a un auto donde perdió el conocimiento. Al despertar creyó estar en el piso del vehículo, ya que recibió pisadas en su cabeza y genitales. Luego de esto arribaron a un lugar que no puede identificar y comenzó una sesión de torturas en la que lo culpaban de haber herido a tres de sus compañeros, mientras le preguntaban por las armas. Néstor supone que estuvo allí una semana, pero no puede corroborarlo. Lo trasladaron a la central policial ubicada en calle Mitre en donde lo “blanquearon” para pasarlo directamente a la Penitenciaría de Mendoza. Por comentarios de los demás presos se enteró de que el lugar donde fue torturado era la Comisaría 16° de Las Heras.
Después, custodiado por personal penitenciario, debió comparecer en Tribunales Federales pero se abstuvo de declarar. Sólo manifestó la intención de denunciar los apremios ilegales. Sin embargo, el secretario del juez le prohibió hacer la denuncia si no declaraba sobre lo que el funcionario le indicaba, situación que se repitió tres veces.
El testigo se mostró confundido en cuanto a fechas y a ciertos hechos, por lo que no pudo aclarar las cuestiones legales en relación con su expediente, como cuando le preguntaron por el documento que había firmado Petra Recabarren y la declaración que le había tomado el juez Guzzo. No reconoció su firma en una declaración fechada el 9 de mayo de 1975 pero sí en una con fecha del 15 de marzo de 1977. Además, recordó a Florencia Santamaría, con quien compartía la causa por infracción de la ley 20840.
Néstor, quien participaba en el PRT – ERP, estuvo en la penitenciaría de Mendoza hasta septiembre de 1976, fecha en que fue trasladado en un avión Hércules a la U9 de La Plata. En este penal le comunicaron que su condena era de 12 a 14 años de prisión. De aquí, a fines de 1982, pasó a Devoto, donde recuperó la libertad (en la noche) en diciembre de 1983, cerca del regreso de la democracia.
La audiencia se retoma el lunes 8 de junio a las 9.30hs. Se esperan los testimonios de Olga Zárate, Fátima Llorens, Azucena Oviedo, Omar Granizo, Juan Carlos Granizo, Ernesto Espeche y Carlos López.

 

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